U na vez más el Padre de toda Vida se hace notar. Es cierto que la vida domina la creación; pero nuestra capacidad de apreciar las cosas reacciona muy fuertemente cuando la vida acaba en una persona querida. Es lo que experimento, en el tercer día de la llamada del P. Julio a la otra forma de vivir, que es la plena y definitiva.
Conocí al P. Julio cuando yo llegaba a la media edad y él subía por la adolescencia. Eran unos años en los que se dio un cierto florecer vocacional en la Delegación del Caribe. Hasta en Montecristi, comunidad antigua y viva; pero también probada por la dispersión de los campos, digo de las comunidades cristianas, y por una economía repleta de promesas, y no muy llena de realizaciones. Siempre me alegró que nuestros misioneros optaran por estas periferias, que eran los Bateyes, también Manzanillo, Copey, Santa María, etc. Había llegado a los cursos de teología el Dr. Miguel García Tatis, pero vocacionalmente Montecristi no era muy prometedor (El Dr. Miguel me ha dado algunos datos sobre la familia de nuestro hermano Julio César. Gracias).
Bueno, esta es mi impresión. De hecho, con el P. Jesús N. Jordán y con el P. Andreu T. Amengual visité muchas veces el campo de Las Aguas, en los Bateyes, donde vivía la familia del P. Julio. Una tía del mismo misionero cuidaba de animar la pequeña comunidad. El entorno de la casa de la familia estaba siempre limpísimo. Es algo que también me llamó la atención en Rwanda. Y es que muchas personas, desde la sencillez y hasta en la pobreza, saben difundir la belleza con un gusto estético exquisito, que me invita a trasladarlo a nuestros templos y casas.
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1 Comment
Queridos hermanos, todos y todas:
El accidente del P. Julio César Taveras nos ha sacudido fuertemente. Pero yo les invito a entrar en la perspectiva del Reino y no en la del mundo caduco, y a considerar que no ha sido una desgracia sino la gracia más grande. De lo contrario nos jugamos la fe que nos sostiene, el caer en la blasfemia de tener que admitir que Dios no tiene corazón. Aquel Dios de misericordia que Julio predicó a los pobres y al cual consagró su vida de una forma tan generosa.
Porque el Señor se habría llevado al mejor en el momento más crítico. Al más inculturado, al que era más hijo del pueblo, al preferido por los humildes… Cuando estamos al límite de personal, en la hora en que confiábamos en César para poner en sus manos las nuevas vocaciones después de tantos años de sequía. Sólo cabe la irreductible esperanza en que el Señor actúa de modo distinto, apostando por los más pequeños, por los que son tenidos en nada a los ojos del mundo. Hasta aquí podríamos llegar sin caer en el caos. Y démosle gracias a la Misericordia de los Sagrados Corazones, que quiere que empecemos de cero para construir sobre seguro. Esta gracia es la prueba incontestable de que el Señor obra de modo distinto y que ha sembrado a Julio César para la nueva creación.
P. Jaume Reynés Matas, MSSCC.