¿QUIÉNES SOMOS?
RELIGIOSOS CON UNA ESPIRITUALIDAD PECULIAR
P retendemos, ante todo, seguir las huellas de Jesucristo. El religioso descubre un tesoro escondido y apuesta por él. Concluye que ni el dinero, ni el sexo, ni el poder constituyen el sumo bien.
En términos clásicos todo esto lo dicen los votos de pobreza, castidad y obediencia. Aunque, bien entendido, estas virtudes son medios y no fines. Nadie se hace pobre, casto u obediente porque sí. A menos que no esté en sus cabales Pero puede dar el paso cuando la decisión favorece una mayor agilidad en la vida. Cuando le pone altavoz al anuncio de que existe un Padre común que nos quiere solidarios y tiene para nosotros una misión.
Los Misioneros de los Sagrados Corazones hacemos una opción por la contemplación de Dios en la Historia y en la vida de oración, siguiendo el ejemplo de María que contemplaba el Misterio de Cristo en su Corazón.
Somos religiosos y Misioneros de los Corazones de Jesús y María. Este título le da color y concreción a nuestro estilo de vida consagrada. Aunque nos distanciamos de las imágenes del corazón de Jesús o de María carentes de estética —que abusan de los colores y los detalles anatómicos— y no sintonizamos con la abundancia de interjecciones.
Nos referimos al corazón como símbolo de la profundidad de la persona. Creemos que el ser humano dispone de un centro de donde surgen sus opciones morales y donde nutre las más comprometidas decisiones.
Jesucristo en la cruz se dejó traspasar el costado por la lanza. Esta es la tarjeta de visita de los Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús y María. Creemos que vale la pena dejarse traspasar por la lanza de la injusticia y la insolidaridad a fin de aliviar a los innumerables traspasados de nuestro mundo. Pensamos que en un mundo «descentrado» por la violencia, el sexo, la corrupción y las largas filas de exiliados, vale la pena tratar de reparar el centro roto que es el corazón humano.
NUESTRO CARNET DE IDENTIDAD
Por Jesús Alegría Iturralde, M.SS.CC.
La intensa caridad fraterna es el distintivo de nuestra vida. Es el anhelo y exigencia de quien nos fundó: Amémonos como los SS. Corazones de Jesús y de María nos aman. Como en los primeros cristianos sea tan estrecho el lazo de caridad que nos una que,como en ellos, puedan descubrir en nosotros, quienes nos traten, un solo corazón y el mismo espíritu.
El signo más expresivo de este amor es Jesucristo en la cruz con el corazón traspasado, y María, aguantando de pie en el Calvario, con el corazón lacerado en la hora del mayor amor.
Hacemos el especial propósito de impregnarnos de la espiritualidad de los SS. Corazones y transmitirla en nuestra vida consagrada y misionera.
De la devoción a los SS. Corazones nada tengo que advertiros: ya sabéis que estamos obligados por voto a darla a conocer, a extenderla por todas partes, a hacer, si posible fuere, que el mundo todo se consagrase a ellos (P. Fundador).
Tenemos un oído atento y gran disponibilidad para correr a los lugares más necesitados, dejando en segundo término aquellas iglesias que puedan desenvolverse por sí mismas.
El Espíritu nos otorga la fuerza de predicar la Palabra con total libertad, sin miedo a la coacción externa ni pusilanimidad interior.
Sea en el templo, en el altar, en casa del enfermo o al ir por la calle, en cada uno de nosotros, no debe verse sino la persona misma de Cristo.
El pensamiento y la confianza de que nuestra vida religiosa se prolonga en la patria del cielo, en donde, por estar lejos de allí, muy lejos, la muerte, ya no habrá jamás separación y se enjugará toda lágrima.