P. Matías Martínez Ayerra († 2015 Madrid)
Pueyo (Navarra) 1944 – Madrid 2015
Aniversario de la muerte del Padre
Matías MARTÍNEZ AYERRA
El encargado de la pastoral vocacional, en una de sus visitas para despertar y estimular vocaciones en el entorno, entabló un breve diálogo con la madre de Matías. Le decía ella que nunca le había oído hablar de ir a una escuela apostólica o de estudiar para sacerdote. Pero mejor que se lo preguntara directamente. Matías escuchó la propuesta del misionero venido de Artajona, calló por unos momentos y dijo que sí. Un niño de nueve años sellando un compromiso sin fecha de caducidad.
Matías, nacido en el pintoresco pueblo navarro de Pueyo, poco a poco profundizó lo que significaba ser sacerdote. Primero en la misma escuela apostólica de Artajona. Después en el noviciado que inició el 14 de septiembre de 1960 en S. Honorat (Mallorca). Tras varias profesiones temporales no se echó atrás en la definitiva del 8 de marzo de 1967. Recibió la unción sacerdotal el 8 de junio de 1968 en Palma de Mallorca.
El P. Matías estudio el bachillerato en el pueblo de Artajona (Navarra) durante los años 1954-1960. Después llegó el turno de abordar filosofía y teología en el santuario de Lluc (1961-1964). En el Centro Internacional de Sociología en Roma (CISIC) obtuvo la diplomatura en sociología. El mismo título sacó en el Instituto Lumen Vitae de Bruselas (1979-1980).
El primer destino le conduce a Río IV (Argentina). Ejerce de vicario de la parroquia a lo largo de siete años (1970-1977). Años de juventud inquieta, en los que se muestra gran amigo de sus compañeros de congregación y tarea. Seguidamente transcurre dos años en las tierras frías de Ingeniero Jacobacci (Río Negro, Argentina). No se le dificulta conectar con los nativos mapuches que tienen un talante muy distinto a los habitantes del norte. También desempeña la tarea de viario parroquial.
De nuevo el cambio toca a su puerta para ejercer de párroco en la parroquia Jesús Salvador, de Buenos Aires de 1980 al 1992. Su tarea en el norte y en el sur ya había dejado un grato recuerdo por su talante receptivo, siempre dispuesto a escuchar con calma a los feligreses y amigos. Niños, adolescentes y jóvenes empujaban la puerta de su oficina para las confidencias más diversas. Su capacidad de escucha en Buenos Aires trascendió los muros de la Iglesia.
En ocasiones el diálogo se centraba en los problemas del novio/a o del esposo/a. Otras veces tenía que ver con los desencuentros entre los miembros de la familia. Podía versar también sobre lo que ocurría entre los numerosos jóvenes que frecuentaban la parroquia. La Iglesia era el punto de referencia en los tiempos de la dictadura argentina. Un centenar de jóvenes reunidos en el lugar era previsible que ocasionara problemas y tensiones varias. Para todo el mundo Matías tenía su palabra amable. Quizás no ofrecía soluciones, pero sí un talante acogedor que satisfacía a sus interlocutores.
Los comentarios sobre la capacidad de escucha del P. Matías llegaron a oídos de las autoridades civiles que decidieron concederle el título de Vecino Notable de la Ciudad de Bs. As. en representación de Lugano I y II. Cuando le comunicaron el plan al interesado, hubo que insistir en que no se trataba de una broma. Se hizo un discernimiento de grupo. ¿Era conveniente recibir el diploma? La gente del barrio no tenía dudas y le satisfacía el privilegio. Matías y quienes trabajaban en la parroquia consideraron finalmente que la distinción era un reconocimiento al trabajo de todos a favor del barrio y aceptaron.
Desde 1992 a 1994 estuvo al frente de la Parroquia María Medianera (Valencia, España). Y cuando todo parecía que su misión en países lejanos había terminado se cernió el caos en Rwanda. La Congregación optó por fundar en otro país africano y se eligió Camerún. Los superiores hicieron una llamada para abastecer de personal la nueva fundación. Sin pensárselo dos veces el P. Matías dijo que él estaba dispuesto para la tarea. No es que el francés se le diera especialmente bien, pero tampoco le supuso un freno para la misión. Lo estudió por un tiempo y no le preocupó en exceso que se zafara algún que otro castellanismo de su boca.
Desde el 1994 al 2002 estuvo de párroco en Notre Dame de la Paix du Lac (Camerún, África). Al escasear el personal en España, de modo inesperado, fue llamado para hacerse cargo de la parroquia Nuestra Sra. de Lluc (Madrid, 2002-2009) hasta que enfermó.
Una mañana se despertó confundido y aturdido. Hubo que ayudarlo a ponerse en pie porque un ictus despiadado e inoportuno echó por tierra sus mejores cualidades. Después de un largo período se comprobó que en la casa-colegio no era posible cuidarle debidamente y fue trasladado a la residencia AMMA puente de Vallecas de Madrid. Fue muy bien atendido. Recibió numerosas visitas, fruto de la amistad que con tanto esmero supo cultivar. Muchísima gente preguntaba por él en el Colegio. Se preocupaban por su salud amigos de Argentina, del Camerún y de Valencia.
A medida que diversos infartos cerebrales taponaban sus arterias, se ensombrecía su cerebro. De manera que en los últimos años de su vida hacía cosas inesperadas, un tanto extrañas. Tenía un comportamiento displicente, salían de su boca algunos exabruptos y expresiones malsonantes que contradecían su natural talante pacífico y amistoso.
Falleció el 03 de enero de 2015, en Madrid. En el funeral celebrado en la parroquia de Ntra. Sra. de Lluc su hermana quiso resumir en pocas palabras el sentido de su vida. Dijo que repartió y recibió mucho cariño. Hizo realidad la bondad de Dios sobre la humanidad.
El perfil de Matías se dibuja recurriendo a la fidelidad de sus compromisos, el aprecio a los compañeros y la atención a los feligreses. Todo ello espolvoreado con una gran sencillez, un trato amable y no exento de humor. Porque Matías tenía salidas inesperadas que hacían aflorar la sonrisa a los labios.
Su especialidad consistía en escuchar. Todos sabían que lo encontrarían siempre en casa, dispuesto a ello. Colaboraba sin problemas en las tareas comunes. Puede que no fuera hombre de grandes iniciativas, pero lo compensaba con la fidelidad en seguir las iniciativas que encontraba en marcha. En las diversas parroquias por donde pasó no cambió el guión: muchas horas en el despacho para atender y escuchar a los feligreses.
Conste también en el haber del joven Matías su amor al deporte y a la lectura. Tanto en sus años de estudiante en Lluc, como en los lugares en los que trabajó, no perdía ocasión de jugar al fútbol. Jugó incluso como federado en Artajona. Destacaba por su dominio en el juego de cabeza y por la rapidez con que abordaba a los defensas. Y en cuanto a la lectura, en su juventud se tragó muchos libros -especialmente novelas sobre dramas humanos- que despachaba en poco tiempo, quizás a altas horas de la noche.
Hubo dos congregantes que convivieron más años con el P. Matías. Uno de ellos fue el P. Cándido Del Val, cuyo testimonio alimentan las líneas precedentes. El otro fue el P. Joaquín Domezain, del cual cito un párrafo escrito a propósito de su defunción.
Quiero destacar en Matías su nobleza, su sencillez, el no complicar las cosas, ni la vida, su inteligencia y su socarronería. Se ha hecho famosa la frase del Papa Francisco con olor a oveja. Matías tenía esta característica. Quiero decir su cercanía a toda aquella persona, que se acercase él. Además quiero destacar su profundidad cristiana, su religiosidad, su compañerismo. Los que hemos vivido con él, somos testigos. Y no es signo menor su dimensión misionera, tanto por el tiempo que estuvo en Argentina, como su disponibilidad para ir a África. A mí me impactó la actitud de ofrecerse para ir a Camerún.
Semblanzas Recuerdo de familia (Suplemento nº 2: 2014–2015) Manuel Soler Palà, msscc, p. 9.