P. Gérard Karuranga († 1994 Kigali)
Bugarura 1958 – Kigali 1994
Aniversario de la muerte del Padre
Gérard KARURANGA
Me cabía el gozo de ofrecer al Señor la vida que me había dado. Desde mi yo íntimo, había dado el “sí” a Aquel que, sólo El, es capaz de llenar el vacío infinito de mi corazón. Con estas palabras, Gérard desveló sus sentimientos el día en que se consagró al Señor -agosto de 1981- por la profesión religiosa.
El P. Gérard Karuranga, hijo de Carlos Cyoribera y de Teresa Mukakarimba, nació en Bugarura, ayuntamiento de Muhura, el 28 de junio de 1958. Fue bautizado en la parroquia de Kiziguro el 13 de julio del mismo año. Después de cursar el bachillerato en el Seminario menor de Zaza, el 30/9/1980 inicia el Noviciado. El 24 de septiembre 1981 hizo su primera profesión en la parroquia de Rukara. Cursó estudios de Filosofía y Teología en el Seminario Mayor de Nyakibanda donde obtuvo el título de Bachiller en Teología.
El 13 de julio de 1986 hizo la profesión perpetua en la parroquia de Kiziguro. El 30 de agosto de 1987, en la misma parroquia recibió la ordenación sacerdotal de manos de Monseñor Joseph Ruzindana, Obispo de Byumba. Era el año en que la Congregación conmemoraba dos décadas de presencia en Rwanda.
Inició su servicio pastoral en la parroquia de Kiziguro, en la que permaneció por espacio de dos años. En septiembre de 1989 se desplazó a Roma para ampliar estudios en la Universidad Gregoriana. En noviembre de 1991 regresó a Rwanda como licenciado en teología bíblica. Fue destinado a la parroquia de Rukara y en mayo de 1992 recibió el nombramiento de párroco de la misma. En el mes de mayo de 1993 la Conferencia Episcopal de Rwanda le nombró Consiliario Nacional del Movimiento del Corazón de Jesús.
El 8 de enero 1994, el Padre Gérard Karuranga, primer rwandés misionero de los SS.CC. dejó este mundo para abrir los ojos al del más allá. Fue la consecuencia del trágico accidente de coche que le costó la vida.
El P. Gérard Karuranga murió cuando desbordaba entusiasmo y se sentía pletórico de vida.
Nunca traspasó la línea de las conveniencias en cuanto a sus opciones ideológicas y mucho se preocupó de llevar a cabo una evangelización en profundidad. Tenía don de gentes. De contacto fácil y espontáneo, los sacerdotes que lo trataron quedaban prendados de su acogida y trato fraternal.
Gérard era un misionero fogoso con una enorme capacidad de trabajo, aunque no se distinguía por la planificación de sus actividades. Suplía esta insuficiencia con su vitalidad e intuición, con los recursos innatos de que disponía. Nombrado párroco, dejó su impronta en la parroquia de Rukara a través de iniciativas pastorales, sociales y culturales. Ejerció su tarea con seriedad y entusiasmo, no le escapaban las diversas facetas de la evangelización. Es verdad que abarcaba y se desplegaba en campos y actividades diversas pero siempre entrelazadas con objetivos comunes.
El P. Karuranga trataba de evangelizar en la línea profética. Le gustaba acelerar los plazos y a veces se impacientaba si no conseguía los objetivos propuestos. En la medida que ganó experiencia fue planificando más detalladamente sus actividades y acumulando mayores dosis de paciencia.
Reflejó su ideal y su meta con estas palabras: sentía la necesidad de partir de lo más íntimo de mi persona para llegar al Corazón de Dios y descubrir el Amor del Corazón de Cristo en cada instante de mi vida.
Gérard creía en la fuerza del Amor para cambiar los corazones. Vivía convencido de que la devoción a los Sagrados Corazones era un lugar teológico muy adecuado para animar el proceso de reconciliación de la sociedad rwandesa. Había aceptado con entusiasmo la misión que recientemente le confió la Iglesia de Rwanda: dirigir el movimiento del
Corazón de Jesús en el país. De ese modo cumplía el primero de los anhelos que había plasmado por escrito al referirse a su experiencia espiritual vivida en su profesión: poner mi vida al servicio de mis hermanos para conducirlos al verdadero Amor que no siempre es amado.
El P. Gérard conservó siempre, en medio de su intensa actividad, la discreción de las personas sencillas y la humildad de quien conoce las limitaciones humanas. El Señor lo llamó para guardarlo muy cerca de su Corazón. El fue pionero en la tarea de iniciar en el camino de la Congregación a otros jóvenes rwandeses. Lo fue también cruzando el camino hacia la morada del Padre.
Descanse en paz junto al Corazón de Cristo. Con esa confianza sus hermanos hacen un acto de fe en el amor del Padre cuyos designios son insondables e imprevisibles sus caminos.
Semblanzas Recuerdo de familia (1909 – 2010) / Juan Zubitegui Ocón y Manuel Soler Palà, msscc, p. 184.