JOAQUIM ROSSELLÓ I FERRÀ,

nuestro Fundador

'Joaquim ROSSELLÓ I FERRÁ, Columna y antorcha de la Iglesia de Mallorca'


Palma de Mallorca, 28.VI.1833 - Palma de Mallorca, 20.XII.1909.
Fundador de los Misioneros de los SS. CC. de Jesús y María (Mallorca).

J oaquim Rosselló, un hombre que dejó huella en "la isla de la calma" (Mallorca) y más allá de ella. Su vocación se diría monacal: amante del silencio y la penumbra, ávido de contemplar el sol en su ocaso y de apaciguar su religiosidad a través de las lágrimas. Y, sin embargo, recorrió la isla de púlpito en púlpito.


En una época en que la predicación se asociaba a la retórica, el P. Joaquim supo contagiar su fuego interior a los oyentes. En un lugar y un momento en que la virtud tenía mucho que ver con el mero cumplimiento de las normas, él fue capaz de suscitar inquietudes espirituales y místicas en las personas que se le acercaron. Y no cayó en la trampa de la cruzada integrista.


Empujado por las circunstancias, fundó una Congregación misionera a la que dotó de la espiritualidad del corazón y del afán de ayudar a la Iglesia local. Su muerte causó impacto en la isla. Puso de manifiesto el prestigio, la virtud callada, la admiración despertada a lo largo de su vida. El Vicario General del momento le calificó como "columna y antorcha de la Iglesia de Mallorca".

DATOS BIOGRÁFICOS

YA DE NIÑO DEJABA ENTREVER…
El niño y adolescente Joaquim vivía prendado del silencio y la penumbra que le propiciaban una rica experiencia de Dios. Raros anhelos para un niño, aunque un anticipo de los caminos que andaría a lo largo de su vida. Ya adolescente, le costaba ponerle fin a la oración para iniciar los estudios. Pero sabía muy bien sus obligaciones. Por lo demás, alternaba sin mayores complicaciones la contemplación con la acción. Con facilidad se rodeaba de compañeros con los cuales profundizar experiencias de fe. De seminarista y de sacerdote mantendría la misma capacidad para congregar a los jóvenes y contagiarles sus afanes.
Como una piedrecita tallada para el muro, él estaba cortado a la medida del ministerio sacerdotal. Jamás dudó de su vocación. Y de labios del jesuita Trigueros recogió una frase que repetía con frecuencia: «hay que prender fuego en los corazones». El camino hacia el sacerdocio presentaba escollos. Ante la escasez de medios económicos, trabajó en oficios manuales. Luego le ayudaron los protectores de su familia, los Gual de Torrella. Estudió como alumno externo del seminario. A los 25 años fue ordenado de presbítero.
 
Hacia los 14 años encontró al Hermano Trigueros, jesuita, que le hizo mucho bien. Reza su autobiografía: 'Dios se valió de él para destetarme del mundo y aficionarme a la perfección'.
DE PÚLPITO EN PÚLPITO
A lo largo de su ministerio irradió con intensidad su fuego interior: cuaresmas, triduos, cuarenta horas… Toda circunstancia que le permitiera convencer y animar a sus contemporáneos la aprovechaba con avidez. Jamás rechazaba la invitación a subirse a un púlpito o dirigir la palabra a un grupo de fieles. Hasta la prensa del momento daba fe de sus correrías apostólicas.
El P. Joaquim Rosselló desdeñó las cruzadas integristas, tan propias de la época, prestas a incendiar la convivencia con mezclas explosivas de sentimientos religiosos y políticos. No era hombre de ideas avanzadas, ciertamente, pero tampoco se permitía pisar la raya de la cordura. Gustaba de predicar los versículos del magnificat: «derriba a los poderosos de sus tronos». Atacaba la ceguera de los ricos. Su vivencia personal de la pobreza otorgaba la máxima credibilidad a las palabras que pronunciaba.
Tanto o más que en la predicación descolló el P. Joaquim en la dirección espiritual. Su porte reservado, pero amistoso, invitaba a la confianza y a la confidencia. Se dedicó en cuerpo y alma a esta misión, de modo particular entre presbíteros y seminaristas. Incontables fueron las horas que pasó en el confesionario, donde hacían cola laicos y clérigos para escuchar sus palabras firmes, a la vez que comprensivas. Jamás habría osado rebajar los principios, pero sí se comportaba con gran delicadeza en los modales.
'mientras vivamos en este mundo... no somos sino peregrinos'
(P. Joaquim Rosselló, nota XIV)
Buena parte de su tiempo lo dedicó el P. Rosselló a la predicación a los seminaristas, al clero y a las religiosas. Incontables fueron las horas que pasó en el confesionario, donde hacían cola laicos y clérigos para escuchar sus palabras firmes, a la vez que comprensivas. Jamás habría osado rebajar los principios, pero sí se comportaba con gran delicadeza en los modales. Los obispos le enviaron a algunos sacerdotes que, por diversas causas, escandalizaron a sus feligreses. El logró sintonizar y hasta trabar amistad con la mayoría de ellos.
 

Sant Honorat (Randa -Mallorca-) en tiempos de la fundación (1890).

CONTEMPLATIVO JUNTO A LA ERMITA
El P. Joaquim Rosselló andaba deseoso de contemplar las maravillas de Dios en la naturaleza, de saborear la gracia cristiana en el corazón y de rumiar los tesoros del patrimonio litúrgico. No menos ansiaba espacios para la oración mental y la reflexión distendida. Más de una vez pensó seriamente en ingresar a una Orden contemplativa. Por largos años se lo impidieron las atenciones que debía prodigar a su madre.
Una vez fallecida su progenitora decidió dar el paso. Sin embargo, el obispo contaba con él para la restauración del clero diocesano. Aconteció un firme forcejeo. El P. Joaquim se retiraría a la ermita -de gratos recuerdos lulianos- situada en la montaña de Sant Honorat (Mallorca). Allá gozaría de silencio y de paisajes adecuados para nutrir sus ansias contemplativas. A cambio se le encomendaba la renovación del clero a través de ejercicios espirituales, predicaciones y diálogos personalizados. E incluso tendría que bajar al llano para proseguir el ministerio de las misiones populares que tan a fondo conocía.
La empresa renovadora que se proponía el Obispo, Jacinto María Cervera, necesitaba de alguna institución como garantía de solidez y duración. A la postre el mismo P. Joaquim acabaría fundando una Congregación el 17 de agosto de 1890. Le otorgó el título de “Misioneros de los Sagrados Corazones” y una espiritualidad a la que había dedicado ya muchas energías en los años precedentes. Recordó entonces que su acompañante, Hno. Trigueros, le había vaticinado el acontecimiento.
DE NUEVO, LOS PLANES DEL OBISPO…
Pero el gozo de la contemplación que invadía al reciente fundador se derrumbó en el pozo de la decepción cuando, antes de cumplirse el año, el obispo -hombre más impulsivo que planificador- contaba con el P. Rosselló para menesteres que consideraba de mayor urgencia. Ahora le instaba a dirigir el santuario de Lluc. Una institución de sabor que había derivado en lugar de francachelas lejos de los ojos familiares. Había que reformar el lugar, a la vez que poner punto final a los desfalcos administrativos.
Tras diez largos años de priorato, el P. Rosselló tuvo que enfrentarse a la desamortización de los bienes del santuario lucano. Ello le turbó intensificando su diabetes y acelerando su muerte. Envejecido y apenado, tras escribir sus recuerdos biográficos y fundacionales, se retiró a la reciente fundación de La Real. Murió apaciblemente el 20 de diciembre del año 1909. Sus restos fueron depositados en el cementerio de Palma y posteriormente trasladados a la Iglesia de los Sagrados Corazones de la misma ciudad. Una lápida rescata la expresión de Mossèn Alcover, personalidad diocesana de gran envergadura: «El Siervo de Dios Joaquim Rosselló i Ferrá, columna y antorcha de la Iglesia de Mallorca».
El carisma de la Congregación se refiere más al estilo y a las disposiciones interiores que animan el ministerio que a las obras exteriores. La predicación de la Palabra, el acompañamiento espiritual y otros ministerios -como parroquias y colegios- son sólo el cauce por el que debe discurrir un amor sincero a los demás, una vida comunitaria intensa, una solidaridad auténtica con los más desfavorecidos. La espiritualidad que ha ido desarrollando la Congregación se distancia del dolorismo y de las imágenes del corazón que no tienen suficientemente en cuenta el costado traspasado de Jesús. El Instituto divisa el entero panorama de la fe desde esta perspectiva. Predica con especial complacencia los rasgos de amor, cercanía y perdón del evangelio.
Pío XI confirmó el carisma de la Congregación el 6 de mayo de 1932 con el Decretum Laudis. Pío XII lo aprobó definitivamente el 24 de enero de 1949.

Jacinto María Cervera y Cervera, Obispo de Mallorca (1886-1897), con la Imagen de la Virgen de Lluc, Patrona de la Congregación.

Murió apaciblemente el 20 de diciembre del año 1909. Sus restos fueron depositados en el cementerio de Palma y posteriormente trasladados a la Iglesia de los Sagrados Corazones. Una lápida rescata la expresión de Mossèn Alcover, personalidad diocesana de gran envergadura: «El Siervo de Dios Joaquim Rosselló i Ferrá, columna y antorcha de la Iglesia de Mallorca».
BIBL.: ANTONIO THOMÀS PASTOR, Un gran misionero. Biografía del muy Reverendo P. Joaquín Rosselló i Ferrà, Fundador de la Congregación interdiocesana de Misioneros de los SS. CC., Palma de Mallorca, Imprenta La esperanza, 1929; JAUME REYNES MATAS,Cartas con aroma, Mallorca, Cuadernos Muraho, 1992; JOAQUIM ROSSELLÓ I FERRÀ, Notas referentes a la Congregación de los SS. Corazones, Palma de Mallorca, Imprenta Mossen Alcover, 1940; JAUME REYNÉS MATAS, El fuego de Dios. Vida y obra del P. Joaquín Rosselló i Ferrà, fundador de los Misioneros de los SS. CC. De Jesús y María (Mallorca), Sto. Domingo, Amigo del Hogar, 1984; JOSÉ NICOLAU BAUZÀ, Un hombre que creyó en el amor. El P. Joaquín Rosselló i Ferrà, Fundador de los Misioneros de los SS. CC., Palma de Mallorca, 1969; JOSEP AMENGUAL I BATLE, El P. Joaquim Rosselló i Ferrà, columna y antorcha de la Iglesia de Mallorca, Madrid 1996; MANUEL SOLER PALÁ / JOSEP AMENGUAL BATLE, Joaquim Rosselló i Ferrà, un misionero de corazón, Madrid, BAC, 1997.